Historia de Nuestro Hogar.

Con menos de 30 años, venida de un corregimiento lejano del municipio de Nariño, Antioquia, cabeza de familia con 2 hijos menores (14 años y 8 meses) y con muy escaso apoyo emocional y financiero, tomé la decisión en 2009 de dar rienda suelta a mi vocación y mi sueño: formar un hogar de atención a adultos mayores. Fue así como pude, en compañía de una hermana, arrendar una casa en Itagüí la cual dotamos con los enseres personales, sin saber que me esperaban años de lucha y perseverancia. A los 6 meses, aunque ya teníamos un paciente para atender, mi hermana desistió y quien nos había prestado dinero para los primeros meses inició cobro antes de lo acordado.

La situación para mis hijos y para mí era muy apremiante pues escasamente podíamos comer. Pero el Señor escuchó mis súplicas y cuando estaba a punto rendirme llegaron otros 3 adultos mayores que me renovaron la fe y la energía. Hasta ese entonces, mi hijo Iván y yo realizábamos TODAS las labores, era enfermera, cocinera, madre, aseadora del hogar, bañaba los pacientes, los cuidaba en la noche, es decir, 7x24 pues más de la mitad eran enfermos terminales. Ese había sido mi compromiso con el Señor y María Auxiliadora, pues en ningún hogar de atención al adulto mayor los recibían.

Pasó otro año antes de que pudiera tener 10 residentes y contratar quien me ayudara. Ahí ya pude descansar un poco, solventar arriendo y servicios de forma tranquila y empezar a pagar el dinero prestado. Para ese entonces aún no podía asignarme un salario y sin embargo era feliz viendo mi sueño andando y mi vocación de servicio al adulto mayor realizada. Pero luego vino la lucha contra la informalidad.

Por señalamiento de vecinos y familiares, la secretaría de salud me visitó y determinó que el hogar no podía funcionar y que sería sellado. El sentimiento fue bastante frustrante pues en lugar de sentir apoyo y ayuda de parte de las instituciones, fue rechazada y despreciada mi labor. Fueron muchos los días de desasosiego y llanto, pues además de estar muy apegada a mis viejos, no veía futuro para mí, ni para mis hijos. Nuevamente el Señor me puso en el camino a la persona que con ayuda de su familia lograron frenar legalmente el proceso de sellamiento y seis meses después constituir en febrero de 2012 formalmente la Corporación Río Manantial de Amor.

Siguiendo las sugerencias de la secretaría de salud, decidí entonces buscar apoyo económico en las entidades financieras para remodelar la casa y ajustarla parcialmente a las normas. La única puerta que me abrieron fue en el Banco Caja Social, quien me visitó y apoyó mi proyecto, prestándome 20 millones de pesos, que para mi en ese entonces era toda una fortuna.

A medida que crecía mi buena imagen ante la comunidad, iban llegando pacientes al hogar hasta lograr llenarlo. Fue así como pude contratar cocinera, otra ayudante y entre las tres realizar en equipo todas las labores. También pude asignarme un salario.

Entró de nuevo el desasosiego, pues en otra visita de la secretaría de salud se me exigió realizar nuevos ajustes, bajo la misma amenaza de sellar el Hogar. María Auxiliadora de nuevo me puso en el camino a un particular que creyó en mí y me facilitó realizar los ajustes pedidos.

Fue tanto el éxito y los buenos comentarios del voz a voz que en varias oportunidades rechacé pacientes por no tener capacidad, hasta que la casa vecina fue desocupada y su dueña aceptó arrendármela.

A finales del año 2018 llegó a mi vida el hombre con quien estoy ahora felizmente casada y que me aceptó tal y como era y con mis 2 hijos, 30 abuelos y 5 empleados que tenía bajo mi cuidado para ese entonces.

En 2020 llegó la pandemia. Varios residentes fueron retirados por sus familiares y luego el COVID 19 entró en el hogar infectándonos a todos, encerrándonos por 30 días, llevándose 7 residentes y obligando a cerrar la casa vecina.

Los que quedaron estuvieron prácticamente un año encerrados, pues secretaría de salud no permitía que estuviesen afuera de la casa. Esa situación revivió en mi un viejo sueño: tener el hogar en una casa finca, en donde pudiera disfrutar con mis viejos del aire, los pájaros y la naturaleza. Con el apoyo incondicional de mi esposo, la bendición del Señor y las oraciones a María Auxiliadora, encontramos una casa finca de precio asequible y dentro de perímetro urbano.

Mi esposo bajo hipoteca prestó el dinero que nos faltaba para comprarla y yo acudí de nuevo a Caja Social, quien sin dudarlo me prestó el dinero necesario para reformar y adecuar las instalaciones a las normas. El 18 de octubre de 2021, día de mi cumpleaños, nos trasladamos a la sede campestre ubicada en la vía hacia Pueblo Viejo del municipio de La Estrella, Antioquia.

Los coletazos de la pandemia provocaron una fuerte crisis financiera del Hogar, pues el incremento del costo de vida y de los salario superaban los ingresos acordados con los familiares de los residentes. Adicionalmente, no llegaban solicitudes de nuevos ingresos. Fue necesario entonces tomar medidas extremas y proponer a familiares de residentes un incremento en las mensualidades para no tener que cerrar la institución. El 30% de los residentes fueron retirados por sus familiares e iniciamos una etapa crítica de sostenibilidad que fue aceptada como un reto por los empleados que se mantuvieron solidarios. Luego de seis meses, y a punto de reventar, llegó un nuevo residente que con su costo actualizado, sacaba de la crisis el Hogar y luego fue otro y otro más, hasta lograr salir a flote. Hoy en día, ya reconocidos, recomendados por familiares y a través de la página web desarrollada la Corporación goza de buena salud financiera y con el flujo de residentes normales.

Administrativamente la Corporación está formada hoy en día por la Gerente Margarita, quien les contó toda esta historia; la Directora y sicóloga Yuli y 5 colaboradores Marina, Isabel, Wiullians, Leoneizi y Óscar, quienes trabajamos en equipo y con el apoyo logístico incondicional de mi esposo Jorge.

Bendito seas Señor por este hermoso lugar

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